BÁRCENA MAYOR

Hay pueblos que parecen sacados de una postal, donde uno siente que se ha colado por accidente en una película medieval… solo que con mochilas, cámaras y toda la familia al completo.

Aquel día de la Semana Santa del 2010, decidimos pasar una jornada “tranquila” visitando este pueblo rústico y pintoresco en el corazón de la reserva del Saja. Y, desde el alojamiento que alquilamos, allá nos fuimos todos: mi mujer y mi hija, mi hermana con su familia, y mi hermano con la suya. Un grupo tan numeroso que parecía una excursión organizada… pero sin guía y con más opiniones.

En cuanto llegamos y pusimos un pie en esas preciosas calles empedradas, el móvil dejó de tener cobertura y el alma empezó a tenerla.

Casas de piedra con balcones de madera, flores por todas partes, y ese silencio que solo se rompe con el murmullo del río.

Bárcena Mayor tiene ese encanto especial de pueblo donde el reloj va despacio, la gente te saluda sin conocerte y hasta el aire parece más limpio.

El plan era dar un paseo tranquilo, pero claro, con tantos, aquello se convirtió en una especie de procesión festiva: uno parando para hacer fotos, otro buscando el mejor ángulo, y todos fascinados con las callejuelas, las fuentes, las flores y hasta una lagartija que parecía disfrutar siendo la protagonista en la foto.

Seguimos caminando hasta el puente de piedra que salva el río Argonza en su rápido descenso desde las montañas. Allí nos quedamos un buen rato observando cómo el agua corría clara entre las rocas, disfrutando del paisaje y del frescor del aire.





Nos detuvimos un rato en la plaza donde se encuentra el antiguo lavadero, antes de seguir callejeando entre casonas de piedra y balcones rebosantes de flores.

Bajo uno de ellos, una buena parte del grupo posó sonriente para la foto de recuerdo, de esas que con el tiempo te hacen revivir el momento con solo mirarlas.

Cada rincón de Bárcena Mayor parecía pedir una foto, pero también invitaba a mirar sin prisa.


Las estrechas callejuelas nos iban descubriendo nuevos ángulos, como la sencilla iglesia del siglo XVII, dedicada a Santa María, que se alzaba discreta pero hermosa en medio del pueblo.

Fue un día de esos sencillos pero redondos, donde no hace falta más plan que dejarse llevar sin mapas ni cobertura.

Ya con la cámara llena de recuerdos, entre risas y bromas de familia, el tiempo se nos escapó sin darnos cuenta y alguien comentó: ¡Habrá que volver! A lo que todos asentimos. Porque Bárcena Mayor no solo es uno de Los Pueblos Más Bonitos de España: es de esos sitios que te recuerda lo sencillo que puede ser pasarlo bien en familia y disfrutar de las pequeñas cosas.

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